El incesante ciclo de la vida hace girar incansablemente la rueda del destino. El tiempo, regente insobornable, marca los tiempos de las mareas en su pleamar y la bajamar, las caídas nostálgicas de las hojas serviciales y el resurgir indómito de nuevos y lozanos brotes.
Así es que, cuando juzgues que las estrellas dejaron de guiarte, cuando creas que la desolación se apodera de tus días y, saturado por la oscuridad, el desánimo pretenda desembarcar en las playas de tu conciencia: ¡dueño de tu gloria eterna, no permitas que la ilusión te engañe, la fuerza de tu saber te liberará por siempre jamás!…
Como un gran guerrero aseveraba: “Existe un tiempo de ser yunque y soportar, luego de ser martillo y golpear”; pero este concepto cíclico es de por sí limitante, la sabiduría vive más allá del invierno y la primavera, de “la suerte y la desgracia”; SER siempre por encima de los “pares de opuestos”.
Socorrer al necesitado es una obligación ineludible, es “egoísmo espiritual” ya que ayudando es como nos ayudamos, enseñando es como aprendemos, compartiendo es como nos desenvolvemos. El materialismo es la peor inversión, la necedad es el culto de la ignorancia, el odio es garantía de sufrimiento y destrucción. La belleza del arte nos confortará a tal punto que comenzaremos a ver las invisibles formas de la realidad infinita.
Nuestro ánimo debe elevarse por sobre las circunstancias, recordemos la doctrina de Los ESTOICOS, los secretos de los caballeros de La Cruz De Malta, o ingresemos en el sendero de las verdades HERMÉTICAS, o, simplemente, juguemos inocentes con las arenas de las dulces playas volviéndonos niños alejados de toda especulación y posibilidad de daño.
El resurgir sucederá por imperio de la infinita gracia de DIOS, alejémonos del rencor, abracemos la hermosura del perdón y preparémonos para RESURGIR SIEMPRE.
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja
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